martes, septiembre 13, 2011

ROBERT A. HEINLEIN - Rebelión en el espacio

Red Planet (1949), tercera de las denominadas “novelas juveniles” escritas por el maestro Robert A. Heinlein, no ha sido publicada nunca por una editorial española. La edición que se puede, o mejor dicho, se podía encontrar en castellano, la publicó la editorial argentina Acme en 1958 con el título de Rebelión en el espacio. No hay que ser una eminencia para adivinar la razón por la que ningún editor nacional de los años 50 hubiera osado publicar una novela con ese título. Y aunque se hubiera cambiado el título, difícilmente la censura del momento habría permitido que saliera a la luz una novelita en cuyo argumento unos chavales se rebelaban contra la tiranía del director de un internado que imponía su autoridad manu militari, habría sido suicida. Afortunadamente en la actualidad, gracias sobre todo a los nuevos lectores de libros digitales, podemos recuperar obras como la presente, en las cuales se encuentra todo el encanto de la ciencia ficción primigenia, cuando se colocaba la aventura por encima de la especulación cienctífica, todo al servicio del entretenimiento, aunque algunos elementos del escenario que nos presentaban los escritores del momento hoy día parecen notablemente desfasados.

Anteriormente, en la reseña que dediqué a Consigue un traje espacial: viajarás (1958), otra de las maravillosas “novelas juveniles” escritas por Heinlein entre 1948 y 1958, ya detallé algunas de las principales características que se aplican tanto a Heinlein como a estos escritos para jóvenes en particular. Recordemos que tienen en común una doble vertiente: por una parte la lúdica, que busca que el lector pase un buen rato leyendo una serie de aventuras que tienen como protagonista un joven adolescente en pleno proceso de madurez, mientras que por otra parte cumple con la intención didáctica de mostrar la ciencia como algo asequible y “divertido”; los más críticos con el maestro Heinlein le añadirían una tercera: la de proclama ultraderechista.  Y es que el escritor norteamericano y sus escritos no han terminado de quitarse una ¿merecida? fama de militarista y de amante del individualismo y la libre determinación llevados a su máximo exponente.

En Rebelión en el espacio, Heinlein presenta un futuro en el que los humanos han llegado a colonizar Marte, con los consiguientes problemas de nacionalismo que se genera en la sociedad marciana, deseosa de tomar sus propias decisiones sin que estas vengan dictadas por el gobierno de la Tierra. Junto a las reivindicaciones independentista que planean de manera permanente sobre el lector, podemos encontrar otros hilos argumentales de tipo costumbrista, como puede ser la descripción de la vida diaria de los colonos marcianos y de la descripción que el autor hace de un Marte habitado por plantas y seres supuestamente “inferiores” al hombre, y de unas milenarias ciudades en ruinas que nadie sabe a quién pertenecieron en un pasado remoto, lugares  en el que sus misteriosos habitantes construyeron unos enormes canales para llevar el agua a las zonas desérticas del planeta.

La acción toma prestada para sí misma buena parte de la de la historia de los EEUU: la dependencia política, económica y administrativa de la “metrópolis” por parte de los colonos; la usurpación que hacen los colonos de las tierras sagradas de los nativos marcianos, a los que consideran inferiores; el modelo de expansión y colonización que se hace en Marte, muy semejante a la fundación y expansión de los Estados Unidos por América del Norte, propia de la Doctrina del Destino Manifiesto, por la cual los EEUU están destinados a expandirse por todo el mundo (ahora otros planetas).

El lector va entrando poco a poco en contacto con el día a día de los colonos marcianos de la mano de Jim y Frank Marlowe, dos jóvenes que viajan a la capital marciana a estudiar en la Academia Lowell en régimen de internado. Los acompaña Willis, una mascota marciana de gran inteligencia, a pesar de su aspecto de bola peluda, que tiene una rara habilidad para grabar y reproducir los sonidos que se producen a su alrededor. Durante el viaje que los llevará desde su casa a la academia encuentran a Gekko, un nativo marciano del que se hacen amigos gracias a que éste les da agua, lo que equivale a un ceremonial que para los marcianos autóctonos equivale a ser “hermanos de agua”.

En la academia los chicos pronto chocarán con el director de la misma, el señor Howe, que llega a confiscarle a Willis alegando que a los alumnos les está prohibido tener mascotas. Frank y Jim consiguen rescatar su mascota del despacho del director y descubren, gracias a las habilidades memorísticas de Willis, como el director y el administrador de la colonia, el señor Beecher, planean impedir la emigración anual que realizan los colonos marcianos por motivos climatológicos, todo ello con tal de ahorrarle una importante cantidad de dinero a las arcas terrestres. Ante el peligro que encierra la prohibición para la vida de los colonos, los dos jóvenes deciden huir de la academia. Y es ahora cuando comienza la gran aventura de Jim y Frank que se verán obligados a atravesar varios miles de kilómetros de inhóspito suelo marciano para informar a los colonos de los planes del administrador. Como es habitual en las “novelas juveniles” de Heinlein, la superación de peligros y la toma de responsabilidades ayuda a sus protagonistas es el proceso iniciático que deben superar para llegar a convertirse en adultos; en esta ocasión, además de participar en una revolución con el fin de liberar a los colonos de la tiranía del gobierno terrestre, los jóvenes, descubren cómo funciona la civilización marciana y el importante papel que desempeña Willis en la misma.

Red Planet sirvió como referencia a Heinlein en una de sus obras más celebradas, como fue Forastero en tierra extraña (1961), en cuanto el ciclo de vida de los marcianos en ambas novelas es similar (no igual), además de compartir el hecho de la “hermandad de agua” y de la defensa de la libertad que se hace en ambas, sin olvidar Hija de Marte (Podkayne of Mars, 1963).  Otra influencia de esta obra la encontramos recientemente con la aparición en el panorama literario de la ciencia ficción en castellano Rumbo a Marte, obra de Joe Haldeman a la que se compara con las "novelas juveniles" de Heinlein en general y con Red Planet en particular. De ser así sería un merecido homenaje a un tipo de novelas que ha entretenido a varias generaciones de aficionados al género pese a que originalmente estaban concebidas por parte del editor como un entretenimiento para adolescentes. A pesar del lastre que supuso el continuo recorte que sufrían sus escritos por parte de la editorial, Heinlein supo crear un tipo de obras que no solamente contentaban a los más jóvenes, sino que atraían a los adultos.

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