martes, mayo 08, 2012

CHERIE PRIEST - Boneshaker

Lo mejor que se puede decir de Boneshaker (2009) es que cumple como divertimento pasajero. Y nada más. No hay entre sus páginas ni el más mínimo atisbo de originalidad, ni en lo formal, por lo lineal de la narración, ni en lo conceptual por lo previsible de su resolución y la colección de tópicos  con la que están construidos todos y cada uno de sus pasajes. La novela, incluída en el  inexistente subgénero steampunk,  tiene como principal elemento especular una idealizada y también inexistente época victoriana,  a la que se ha adornado con una amplia panoplia de elementos tecnológicos de corte retrofuturista ya utilizados en su momento por autores decimonónicos como Julio Verne, que destacan por alimentarse de vapor y/o electricidad como  fuente de energía. Dicho de otra manera: si alguien espera encontrar en Cherie Priest una ráfaga de aire fresco en el anquilosado panorama literario fantástico se llevará una profunda decepción.

La acción nos sitúa en unos ucrónicos Estados Unidos en los que todavía, a finales del siglo XIX, continúa la Guerra de Secesión con toda su crudeza. En la ciudad de Seattle, Leviticus Blue, inventor y marido Briar Wilkes, la protagonista de la novela, pone a prueba la Boneshaker, una máquina ideada para que el gobierno ruso pueda extraer los recursos naturales de Alaska, en especial el oro que se acumula en su subsuelo. La prueba resulta fatídica al quedar destruida  buena parte de la ciudad,  liberando de paso un desconocido y mortífero gas procedente del subsuelo, la Plaga,  que mata a todo aquel que lo respira para, a continuación, convertirlos en hambrientos zombis. De resultas de la tragedia, el centro de Seattle es rodeado por un muro de más de 60 metros de alto con el fin de que el amarillento y pesado gas de la Plaga no salga de su interior, convirtiendo la zona en un lugar postapocalíptico en el que, además de las hambrientas hordas de zombis, malviven los desechos de la sociedad y los traficantes de una extraña droga elaborada a partir del propio gas de la Plaga. Dieciséis años más tarde de los hechos, Brian Wilkes malvive en los suburbios de Seattle junto a su hijo Zeke. Éste, que nació unos meses después de la desaparición de su padre en el trágico incidente que liberó la Plaga, decide entrar en la parte de la ciudad encerrada tras los altos muros, con el fin de encontrar las pruebas que limpien el nombre de su padre; Briar, al enterarse de lo hecho por su hijo, entra en la zona contaminada para rescatarlo.

Ante lo insustancial del argumento, lo primero que me gustaría cuestionar de Boneshaker es su pertenencia al mal llamado subgénero literario del steampunk. Y digo lo de mal llamado porque el steampunk tiene mucho más que ver con una corriente estética que literaria, al menos en lo que a la obra de Cherie Priest se refiere, el argumento es la escusa para incluir todo tipo de parafernalia propia de una vestimenta muy específica, compuesta por prendas de cuero y corses ajustados, altos sombreros de copa, enormes hebilas doradas y armas con un peculiar dsieño. La autora está muy concidionada por los gustos de sus potenciales lectores (y por el suyo propio) con lo que no tiene mucho margen de maniobra para crear los elementos deseables para adecuar los elementos ornamentales a un argumento algo menos libre; de esta manera, se ve obligada a crear un escenario ex nihilo en el que encajen las vestimentas y gatges mecánicos que son del agrado de esta peculiar corriente estética, de esta manera, con la inclusión de la Plaga, una densa niebla amarilla surgida del subsuelo de Seattle capaz de convertir en zombi a quien la respire, facilita que el atuendo de los personajes incluyan para su protección, máscaras antigás y grandes gafas metálicas con cristales ahumados; de igual manera, y para para protegerse de las infecciosas mordeduras de los zombis, es conveniente ir pertrechado con una pesada armadura mecánica (si es dorada mucho mejor), o implantes mecánicos que sustituyen miembros amputados por el ataque de los zombis; otro elemento indispensable del imaginario steampunk es el de los dirigibles, pues bien, gracias al alto muro que rodea la zona afectada por la Plaga, se crea su irrupción en la acción al convertirlos en la mejor manera de entrar en la zona 0 zombi sobrevolando los muros de protección.

En cuanto a lo que decíamos sobre el género en el que se puede incluir Boneshaker, de acuerdo a su estructura (dos líneas argumentales que se entrelazan, la de Briar y Zeke) y argumento (aventuras) debe ser incluida en la novela bizantina, en la cual los amantes se ven separados por causas ajenas a su voluntad y, en su afán de reencontrarse, viven intensas y peligrosas aventuras que deben superar para volver a estar juntos. En este caso los “amantes” separados son madre e hijo, lo que no es inconveniente para que le reste ni un ápice de pulsión sexual a la relación entre ambos, y más si tenemos en cuenta que el motivo de la separación de ambos es la huída de casa del joven adolescente para buscar a su padre, supuestamente muerto antes de que él naciera (leer Inhibición, síntoma y angustia de Freud y el seminario 11 de Lacan). Pero que no se asuste nadie, Boneshaker no destaca por el análisis de los personajes, el argumento no es más que la escusa para ir introduciendo en la narración todos los clichés propios de la estética steampunk, aunque no se puede dejar de lado el esfuerzo empleado por la autora en crear a Briar Wilkes, la protagonista de la novela, una mujer hermosa, envuelta de un misterio forjado en un pasado que quiere olvidar, poseedora de una personalidad impregnada de un caduco espíritu romántico con el que quiere reproducir una belleza sutil y sofisticada que la aleja de la vida en la sociedad industrializada, mecánica, gris, sucia y decadente en la que se ha convertido el mundo; como némesis de los valores representados por la romántica heroína creada por Priest, aparece el máximo exponente de ese maquinismo desenfrenado que ha terminado por condenar a la humanidad, el doctor Minnericht, un compendio de todos los malvados de opereta que los libretos folletinescos han forjado, y que Priest ha tomado prestados y sintetizado para su obra.

La novela se debe entender en algunos pasajes como una broma, como un guiño de complicidad que la autora hace al lector para dejarle claro que entre las páginas que está leyendo todo es un artificio al servicio de una idea estética, sin el menor interés en forzar la narración como un constructo literario sino como un ejercicio de entretenimiento; destacan por encima de otras chanzas la reproducción de la famosa escena de La guerra de las galaxias en la que Darth Vader confiesa al joven Luke que es su padre; en Boneshaker, un malvado doctor Minnericht, con una vestimenta muy parecida a la del malvado Jedi caído en el lado oscuro, incluida máscara y voz metálica, confiesa a Zeke que es su desaparecido padre.

Lo curioso del caso es que Boneshaker tiene varias continuaciones, lo que indica que en ciertos ambientes ha tenido éxito, algo que refrenda su condición de novela ganadora del premio Locus y haber sido finalista de los premios Hugo y Nebula. Seguramente no tardaremos en tener en nuestras librerías la continuación de las aventuras de Briar o Zeke, o la de alguno de los curiosos personajes que pueblan el singular mundo creado por Cherie Priest.

 

1 comentario:

JJ dijo...

Ok. Vamos que te vuelve loco el steampunk...

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